Un silbato de tren rompe la monótona lenteza de la gente, que ahora parecen cobrar vida y superan al griterío de las aves e insectos que huyen o vuelan a otros sitios con sus voces chillantes. Micro y tren para llegar a destino, ahí, en ese solitario rincón de la provincia donde quiere recordarlo.
La estación de trenes divide : el pueblo ,del monte; la capital del interior provinciano y el aislamiento del contacto del mundo...y aún así, es una de las pocas que sobrevive.
La gente del lugar la ve diferente, les huele diferente, ella les suena misteriosa, pero no tanto como para dejar de acercarse venderle sus dulces, tejidos y cacharros.Pero ella, nada de eso quiere, va en búsqueda de tranquilidad en ese rincón perdido del norte y en esa habitación del viejo hotel, que huele a madera ahumaday en ese pueblo , tomará la decisión.
Cuando él se fue aprendió lo duro que es perder lo que se ama, y a morir aún sin tener ese deseo.Se perdió en ella, se ahogó en sus vacíos sin poder entender que la vida sigue, más allá de dolores o alegrías. El primer paso se ha dado, después de tres años,él ya no le duele.
Un recorrido por los alrededores le da pantallazos de otras realidades, los changuitos, como aquí le dicen a los niños, de grandes ojos negros y piel marrón y brillosa, niños pequeños que ofrecen las artesanías que los mayores producen, la atosigan con sus ofertas...-Empanadas, roquillas, arrope y ponchos...- cuarenta y dos grados a la sombra , le ofrecen un poncho y...lo compra. No sabe si para no sentir culpas de no poder hacer nada para cambiarles esa realidad de trabajar desde tan pequeños o, para abrigar su soledad en aquel lugar a pesar del calor.
Está en el interior de la provincia, en el interior del país, y en el interior de sí misma, reflexionando sobre el amor y sus cuestiones, de cómo nace, vive y muere y sus porqués.Encuentros y desencuentros, tergiversados discursos y equivocados poemas. Ahora es tiempo de decidir, y debe hallar respuesta a lo que en realidad necesita.
Las chacareras , palmas y la alegría parecían haberse apoderado del " salón" del viejo hotel; la luna se enseñorea en los montes y dibuja ondulaciones oscuras al arenoso paisaje y plateados rayos en la ventana del cuarto. Ella piensa y piensa.- Te vendiste a la mejor postora, tu ideal de amor hace yunta con el dinero; la absorbiste, la vaciaste y la deschaste...y me recordaste...- y la luna sigue alumbrando el arenal.La ligera maleta ha tomado más cuerpo, pero aún así la lleva sobre la falda, el poncho pesa un poco nada más y de eso dan cuenta sus rodillas. Y sabe con certeza que le ha dejado trabajo a la muchacha que limpie , exagera al pensar en mil pedazos, sonríe y piensa, se queda con cien. Un billete de avión, un pasaje con su nombre, imposible de descifrar en los fragmentos que quedaron esparcidos en el piso del hotel, y es cosa decidida.