Un vikingo con miedo en búsqueda de amor
Jorge Pablo Mohor Flores
“Quiero que el metal chivilcoyano se transforme en una obra de arte”
Las nubes cubrían el noroeste de la ciudad y todo el resto del cielo no se daba por enterado; con una rápida mirada lo fui buscando entre la gente que disfrutaba en la plaza, en esa hora de indecisión de una tarde –noche, apresurada por las nubes de tormenta. Preparada para el encuentro con el estereotipo del rockero y sin hallarlo, él me sorprende con una campera gris que agitaba, a modo de señal de presencia, y fue lo que menos esperaba.
Cómo todo un caballero me guía a “mi lugar en el mundo”, dijo mientras señalaba cuatro bancos dispuestos en círculo, en la esquina este de la Plaza Moreno, debajo de un cielo verde oscuro de altos árboles. Tratando de recordar descripciones de quienes lo conocían, buscaba una que coincidiera con lo que tenía ante mis ojos. Zapatillas, pantalón negro y remera negra, con un cabello largo y al viento, era uno más entre todos. Se destacaba en él, un enquistado olor a alcohol, pero no a mugre. Las manos limpias, las uñas cortas y la piel muy blanca.
Una voz gutural, cavernosa, repite su nombre, Jorge Pablo, Mohor” como la calle” y si son parientes, es la incógnita, ” algo de eso Hay”, decía, mientras la lengua entorpecida, como los pasos previos que lo acompañaron hasta el banco , era obligada a repetir las palabras para hallar claridad, y pensé en su humanidad vencida por la borrachera , cuando su impronta alcohólica lo obliga a dormirse entre sus blancas manos, una maraña de pelos y la dura almohada de alguna vereda.
La escuela es el punto de partida para su historia, es el mojón que lo conecta con su tiempo feliz quizá, “repetí primer grado, pero desde ahí, me hice Heavy Metal”, devela con la mirada retrospectiva hacia su s padres tangueros” ahí no se escuchaba folclore, ni a gancho, tangueros, rock and roll, Rollings Stone. “y fui navegando sobre esa circunferencia y esa entrada paralela que te tapa la vida y te da un concepto para seguir adelante”, filosofa. Y rememora, al término del 7º grado, la visita de su escuela al Colegio Industrial y que al ver tantas cosas, se juró que eso no era para él, me pide un cigarro que no poseo, como para tener algo de que aferrarse.
Me habló del juguete rabioso, del cual no entendía el significado, y me explicaba, que cuando “sos bueno y te mandás una cagada, cuando fallas y te vuelven a aceptar, no es lo mismo, el corazón se rompió y es como ese juguete que le das a un niño, que juega y juega, se le cae, se rompe, lo arreglas…pero no es lo mismo”, mientras se cubría para que no vea sus lágrimas. “Paaaahhh, putamadre, dejame llorar tranquilo”, y se tapaba el rostro.
El contorno de sus ojos, rojos de alcohol y llanto, parecían delineados por un pincel sobre su rostro como de niño, que interrumpen, junto una prolija barba candado y una pequeña costura de cicatriz bajo su fosa nasal derecha, el blanco teta de su piel. Y habló de amores y su poca experiencia, de las calles de Buenos Aires y de luna llena, “cuando andas rockeando”, decía mientras saludaba a la gente que a los gritos repetían su nombre y la muletilla” Chau Jorgitooooo”. Porque” no existe un por qué para el amor y porque soy distinto, porque soy under, me quedé solo,… soy distinto, vos sos de River o de Boca, bueno, yo soy de San Telmo, soy distinto, por eso me quedé solo, porque no tengo pelotas para el amor, para el amor como una mujer se lo merece, soy un borracho y dentro de cinco años me voy al infierno”, decía llorando.
Y habló de miedos, del mismo miedo que lo impulsó a subirse a la antena de la radio de la policía, y “me había clavado una botella de whisky, y porque soy vikingo, ya no le tuve miedo a las alturas y subí y subí”… y no recuerda de dónde se cayó aquella tarde en el encuentro de motoqueros, que lo tuvo postrado en cama, varios meses. Y del miedo a ir a la cancha de fútbol y de su no miedo a la policía, por la ventaja de ser”blanquito”. Que cuando” hay quilombo en los recitales, van todos en cana, pero no es lo mismo ser blanquito para los tatuajes; si viene un negrito por la esquina todo tatuado, no es lo mismo, -con todo respeto-,(a mi color subido de tono, no de cama solar, ja?), no se le notan los tatuajes, en cambio en la piel blanca ¡ lucen, loca!, y la gente dice: ¡¡Ahí, viene Jorgito!!”
Y es verdad, su pecho ostenta el coloreado nombre de una banda y luce loco, luce…
Habló de drogas, de los héroes de la música, de mis labios, del metal chivilcoyano,” probé todas las drogas, pero no me convencieron, no me convence nada, ..si, el Metal, pero no, de amor y paz de estos hippies nuevos que te rompen el orto, un Heavy Metal de verdad que te diga: Loco, estás mal?...y vení ..Te cuido. Yo buscaba un mundo distinto, yo quiero que cambie el Metal chivilcoyano y se transforme en una obra de arte, quiero que los chicos cambien, quiero ser principio y parte del cambio del rock…el final .., no, nunca está, porque todo va a seguir…
La nubes no dejaron agua como él lo dijo, porque somos ángeles, buenos o malos…y salían de su boca Pappo’s Blues, Vox Dei, Rollings, Kiss, Horca y la música de su alma , el rock de su vida, porque somos ángeles…”No te vayas!, quiero darte esta canción”, pedía y nos despedíamos para ese día en que esté libre del alcohol, prometiendo hablar de libros, de música y de sus poesías…
Y me llevo conmigo las onomatopeyas de batería y cuerdas que nacían de su boca para acompañar esta letra en esa melange que imprime el amor desgarrado, los vacíos del alma y los vahos de alcohol…
Nadie te cuida
Porque estamos solos y llega la noche,
Nadie te cuida, nadie te protege,
No crees que en este momento,
En que no hay un Dios, no hay un Diablo
No hay un Alfonsín, no hay un peronista,
Nadie que te salve de esta locura,
Que invita a vivir un día más
En el infierno.
Dame la mano, ven conmigo,
No es casualidad,
Que yo sea parte de tu amor.
Soy un hombre, Soy un metálico,
Y con mi amor,
Rompamos la obra de arte,
Busquemos nuestros caminos,
Porque las inquietudes están…
Autor: Jorge Pablo Mohor Flores 15/112010
Nota: az431254@gmail.com